Beatriz seleccionó la opción "aleatorio" del reproductor de su celular y el autobus arrancó al ritmo de "2 Minutes to Midnight" de Iron Maiden.
Recargando la cabeza sobre su mano miró por la ventana a la estación de autobuses alejándose mientras presenciaba como el transporte se iba adentrando poco a poco en el estruendoso tráfico.
Pensó en que se sentiría ser un desafortunado conductor que saliera en la mañana a toda prisa para terminar atorándose en una avenida embotellada que más bien parecía un estacionamiento atestado. Pensó en la desesperación que probablemente la invadiría en esa situación. Tendría que ser lo más frustrante del mundo ver a los peatones caminando por la acera rebasandote.
Desde niña ella sabía que no estaba hecha para conducir un auto. Al cumplir los 18 años lo confirmó gracias a su padre.
Recordaba perfectamente el como había irrumpido en su habitación con pose decidida y las llaves en la mano.
-Ahora que eres mayor vas aprender a conducir -le había dicho mientras hacía tintinear las llaves.
Por supuesto su progenitor ni siquiera se había molestado en preguntarle, directamente la obligó a sentarse frente al volante y trató de enseñarle él mismo. Aquello desembocó en tres meses de "lecciones" malamente llevadas en un lote baldío a las afueras de la ciudad. Al final después de varías acaloradas discusiones para que su padre le financiara una escuela de manejo Beatriz logró convencerlo para que desistiera de sus intentos para enseñarle a manejar. En su momento Beatriz lo consideró como su primer gran victoria personal en la adultez, pero pasados un par de meses lo comenzó a ver simplemente como un intento exitoso de que la dejaran en paz. Que sí lo pensaba bien era lo que había estado haciendo toda su vida. Luchar por que la dejaran en paz.
Luchó pataleando a aquel estúpido doctor para que la dejara en paz después de haber sido obligada a pujos a salir de su cómodo lugar en el estomago de su madre.
Luchó por arrebatarle el juguete que le había robado aquel mocoso chimuelo.
Luchó por tratar de aprender el abecedario que tanto se le dificultaba en el jardín de niños.
Luchó a la hora de coordinar sus movimiento al marchar cuando fue parte de la guardia de la bandera de su primaría.
Aún recordaba los lejanos días en los que iba a la primaria. La comenzó como una niña despreocupada y conforme avanzaba el tiempo. Inició con el pie izquierdo tartamudeando más de lo normal a la hora en que su nuevo maestro les pidió a todos los alumnos que se presentarán a la clase y nunca logró entender la unidades y las decenas en su primer año. Lo cual le valió una mala calificación en matemáticas. A partir de ese momento se juró que iba a se la más estudiosa de la escuela e iba a enmendar sus errores, a día de hoy se sigue sintiendo orgullosa de haber cumplido esa promesa, lamentablemente esa promesa no fue más allá de la primaria.
También recuerda el día en que hablaba con una amiga sobre los chicos que les parecían guapos de la clase, en aquellos tiempos en que era más femenina, en medió del estruendo de voces que se liberaba cada vez que la maestra salía del salón. Lamentablemente para ella mencionó su nombre en voz alta justo en el momento en el que la maestra regresaba a la clase y los demás ya se habían callado. En aquel momento no pudo hacer más que mirar al rededor y sentarse con una de las mayores sensaciones de vergüenza que ha sentido en su vida, durante el resto del día quería la tierra abriera un agujero debajo de su butaca y se la tragara, pensaba que eso era mejor que la falsa sensación que tenía de que todos la estuvieran mirando y comentando sobre lo sucedido.
Después, cuando Iván, el niño que le gustaba, comenzó a hablarle pensó que después de todo aquella vergüenza no había sido tan mala y menos cuando en la fiesta de graduación le logro robar un beso en la boca. Ese fue uno de los mayores momentos de satisfacción de su infancia. Como aquella vez que le arrancó violentamente la trenza a aquella niñita superficial.
Linda, se llamaba. Su aspecto físico hacia honor a su nombre, pero por dentro era una pequeña perra
Llegó a su primaria en tercer año proveniente de un colegió privado debido a que su senil y adinerado padrastro decidió que era mejor entregarle la mayor parte de su fortuna a un desapercibido partido político de derecha que a su esposa y a su hijastra.
Al principio Beatriz pensó que debía estar pasando por una mala etapa de la vida, ya que creyó que debía ser difícil para una niñita acostumbrada a una vida suntuosa volverse de clase media-baja casi de la noche a la mañana. Así que se acerco a ella e intentó ser su amiga, pero a las pocas semanas se había dado cuenta de que era una insolente que creía que estaba por encima de los demás. Durante los siguientes dos años Linda decidió que Beatriz iba a ser el objetivo de todas su burlas. Lo peor es que las otras niñas la hicieron una especie de líder para ellas, básicamente por que ellas eran morenas y ella era güera . Exactamente la misma mentalidad estúpida que tenían varios grupos indígenas respecto a los europeos, lo que más tarde los llevaría a su autodestrucción.
A principios de sexto año, en medio de la clase de la maestra Martita, después de leer un chismógrafo lleno de insultos hacia su persona, cegada por la ira Beatriz se paró de su pupitre y en frente de la maestra y el resto de sus compañeros tiró a Linda de su butaca al suelo y antes de que nadie pudiera hacer nada con todas sus fuerzas le arrancó un enorme mechón de pelo rubio. Al ver el mechón en su mano supo que se había salido un poco de control, pero aun recuerda lo satisfecha que se sintió al ver a Linda llorar y gritar de dolor. Aún se siente culpablemente sádica cuando lo recuerda.
Después de aquello sus recuerdos son más oscuros, recuerda que mandaron a llamar a sus padres y que incluso el mismísimo Director llegó a advertirle su expulsión de la escuela. Mucho ruido, pocas nueces. Al final tuvo que tragarse casi un año de sesiones de terapia e innumerables charlas incomodas con sus padres a la hora de la cena.
Al final sus padres y ella decidieron fingir que eso nunca había pasado después de ver las excelentes calificaciones finales que le habían asegurado un lugar en la mejor escuela secundaría. Las ultimas buenas calificaciones que tendría el resto de su vida escolar
Tiempo después Beatriz escribió una canción basada en aquella experiencia, nunca escribió la letra y cuando sus sueños de ser músico se derrumbaron pasó largo rato sin volver a cantarla, por lo que la terminó olvidando.
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